Dime con qué sueñas y te diré cómo te comportas

Dime con qué sueñas y te diré cómo te comportas

Casi 120 años después de que Sigmund Freud revolucionara la sociedad en que vivía asegurando que los sueños son ­en realidad deseos reprimidos, una investigación anglo-americana (liderada por el psicólogo Dylan Selterman) aporta un nuevo enfoque sobre nuestros “desahogos oníricos nocturnos”.

La principal conclusión del trabajo de Selterman y sus colegas es que lo que soñamos durante la noche determina nuestras relaciones al día siguiente y nuestro humor, especialmente con la persona más allegada.

Para llegar a ese convencimiento, analizaron a un grupo de personas (que debían llevar un registro de lo que soñaban) y cómo se comportaban tras despertar. En el tiempo que duró el análisis se vio que…

Cuando sus sueños se referían a infidelidades del cónyuge al día siguiente disminuían los momentos de intimidad entre ellos.
Si, durmiendo, esa persona había imaginado una situación que le hiciera sentir celos (como un ligero coqueteo de su pareja con otro individuo), en la jornada siguiente aumentaban los conflictos entre ambos.
Por el contrario, el trato con la persona amada era mucho más delicado y afectuoso si en el sueño la relación había sido cercana e incluso si se había producido contacto íntimo satisfactorio.

La explicación es que cuando despertamos las emociones generadas por el sueño se mantienen durante horas a nivel inconsciente y determinan nuestro comportamiento y nuestras relaciones.

Lo curioso de todo ello es que cómo se relacionaba la pareja en los días previos a los sueños estudiados no parecía influir en lo que ocurría en las experiencias oníricas.

Los científicos vienen a recomendar, finalmente, que se tengan más en cuenta los sueños para saber el por qué de algunos de nuestros comportamientos con la pareja.
¿Sueños violentos?

Ésta no es la primera vez que se relacionan los sueños con el comportamiento, aunque sí se trata del primer estudio que lo centra en las relaciones de pareja. Desde hace varias décadas se sabe que algunas personas sufren episodios violentos mientras duermen y, aunque nunca recuerdan lo que ha pasado, pueden incluso agredir a quienes comparten la cama.

Otros, sueñan que experimentan la violencia en carne propia (se imaginan que les agreden o que les persiguen) y, en esos casos, el cuerpo y sobre todo brazos y piernas se mueven de forma rápida y violenta y la musculatura está tensa. Algo que no ocurre cuando el sueño es tranquilo.

Lógicamente todas estas experiencias, que han quedado en un plano no consciente de la mente, también pueden determinar que esa persona esté especialmente nerviosa e irritada al despertar.

Los médicos suelen tratar de resolver esta situación administrando un sedante a sus pacientes.
Cómo mandar sobre tus sueños

La cuestión es: ¿podemos controlar de alguna manera lo que soñamos? Parece ser que sí.

Se sabe que algunas personas lo consiguen de manera “natural” porque experimentan lo que se conoce como “sueños lúcidos”. Se dan cuenta de que están soñando y deciden, de manera consciente, decidir lo que ocurre –y lo que no– en ese sueño. Muchos teóricos orientales aseguran que eso se puede aprender y entrenar. De hecho, existe el llamado “yoga del sueño”, que trata precisamente de enseñarlo, algo así como un entrenamiento para llevar la conciencia más allá del plano puramente físico.

Curiosamente, un estudio de la psicóloga Jayne Gackebanch ha dado a conocer que las personas que juegan con videojuegos tienen mayor número de sueños lúcidos que el resto. No se trata de convertirse en un jugador empedernido pero sí es un dato interesante para los estudiosos porque esa relación puede ayudar a entender cómo funciona nuestra mente cuando se introduce en un sueño.

En algunos experimentos se ha visto que tomando ciertas vitaminas del complejo B se pueden tener sueños más “reales” y vívidos, con lo que se recuerdan mucho mejor. Sin embargo, esa práctica puede llegar a ser peligrosa sin control.

Otras posibles soluciones para propiciar que se tengan sueños “buenos” son:

Acostumbrarse a desconectar. Si te acuestas con las preocupaciones en la mente lo más probable es que tus sueños sean intranquilos. Puesto que necesitas recargar pilas y disponer de la máxima energía para vencer los problemas, lo ideal sería que hicieras una relajación sencilla durante 5-7 minutos. Puedes sentarte en algún lugar cómodo y, con la luz apagada y sin ruidos, respirar profundamente procurando mantener la mente en blanco o imaginándote un ambiente idílico (una playa desierta, una puesta de sol…). Inmediatamente después, acuéstate.
No abusar de la comida picante. El profesor Tore Nielsen, de la Universidad de Montreal, ha constatado en multitud de estudios que una cena con muchas especias provoca cambios en los patrones de sueño. Lo mismo ocurre si se come abundantemente justo antes de ir a dormir. El ardor (y dolor), la activación del metabolismo y el aumento de la temperatura del cuerpo que provoca ese tipo de comidas pueden ocasionar que, además de dormir peor, los sueños se conviertan en verdaderas pesadillas.
Visualizar aquello que deseamos soñar. Hay quien asegura que haciéndolo, es decir imaginándolo de una forma visual justo antes de dormir, hay muchas más probabilidades de que ese pensamiento se convierta en una experiencia onírica. Sin embargo, esto requiere mucha insistencia porque en multitud de ocasiones la mente (y el sueño) va mucho más allá de la propia voluntad en el plano consciente.