Un pueblo italiano prohíbe las máquinas tragaperras para que los escolares no hagan novillos

Polémica sentencia de un tribunal que multa al alcalde con 1,3 millones de euros por cerrar las salas de juego

Verbania, una ciudad norteña de la región del Piemonte de 31.243
habitantes, parece Las Vegas. Hay más de 400 máquinas tragaperras, una
por cada 75 habitantes. La situación de dependencia del juego se había
hecho dramática: los escolares hacían novillos para irse a jugar con las
máquinas tragaperras , hasta el punto de convertirse en esclavos de la
droga del juego.

El ayuntamiento decidió, para evitar el absentismo, que las máquinas
solo funcionaran desde las tres de la tarde hasta las 10 de la noche en
las 15 salas repartidas por la ciudad, además de las incontables en
numerosos bares. El alcalde, Marco Zacchera, denuncia: «¡Tenemos más
tragaperras que en Las Vegas!».

El problema se extendió más allá de los escolares: amas de casa y
pensionistas terminaron por arruinarse. Poco importaba esa situación a
la sociedad «Euromatic» ( sola gestiona 402 máquinas tragaperras), que
puso un recurso al Tribunal administrativo de Turín.

Los jueces, echando mano de una ley más vieja que Matusalén, del año
1931, sin tener en cuenta los profundos cambios sociales ocurridos desde
entonces, han sentenciado que la cuestión de las máquinas no es un
problema sanitario, sino de orden público, y éste es «competencia
exclusiva del Estado».

Por tanto, el ayuntamiento debe mantenerse lejos de elaborar ordenanzas
que perjudiquen a las sociedades-casinos, aunque sus consecuencias sean
nefastas para la sociedad.

El Tribunal administrativo de Turín no sólo ha considerado elegítima la
ordenanza del ayuntamiento, sino que le ha impuesto una multa de 1,3
millones de euros «por las pérdidas sufridas por la sociedad Euromatic».

Para más «inri», esta sociedad ha hecho público un comunicado en el que
afirma que «devolveremos una parte del dinero a la asociación local que
cura las patologías producidas por el juego».

Cifras alarmantes
En Italia, «se está manifestando una verdadera dependencia psicológica
del juego, la llamada ludopatía, un comportamiento compulsivo,
asimilable a la toxicodependencia o al alcoholismo», ha denunciado el
ministro para la Cooperación internacional, Andrea Ricardi.

Las cifras son alarmantes: desde el año 2.000 hasta hoy, Italia ha
pasado de jugar legalmente 4.000 millones a 76.000 millones de euros, y
al menos otros 10.000 se juegan en circuitos ilegales. Estas cifras
suponen una catástrofe para miles de familias. De ahí que el ministro
Ricardi haya adelantado que es necesario regular la publicidad sobre los
juegos de azar. El juego es peligroso como el humo y hay que advertir
que con él también se muere, ha señalado el ministro.

Hace 60 años ya advirtió Fedor Dostoievski, en «El jugador», que la
fiebre del juego se puede convertir en una enfermedad ruinosa.

Dostoievski no podía imaginar ni remotamente la realidad de Italia, de
Verbania y del Tribunal administrativo de Turín. La situación se ha
desbordado en los últimos años, porque en tiempos de crisis y de caída
de la esperanza, los juegos de azar hace su agosto, con el beneplácito
del Estado que también llena así sus arcas.