Garrapatas en los perros
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Garrapatas en los perros
Las tan temidas garrapatas forman parte de la familia de los ectoparásitos, aquellos que desarrollan su vida en la superficie del huésped. Para garantizar la salud del animal y de los seres humanos que conviven con él es fundamental mantener lo más alejados posible a todos estos seres que tanto daño pueden causar tanto en la mascota como en su dueño.
Para ello, es aconsejable dotar al perro de un adecuado collar antiparasitario y utilizar productos especiales para el baño. También es importante controlar las zonas de estancia de la mascota. Los ectoparásitos están divididos en dos grupos principales: arácnidos (garrapatas y ácaros) e insectos (pulgas)
Arácnidos: garrapatas y ácaros
Un arácnido tiene solamente dos segmentos corporales: una cabeza unida (prácticamente fundida) al tórax y el abdomen. El adulto tiene cuatro pares de patas y carece de alas o antenas.
Las garrapatas viven a costa de la sangre que obtienen del perro; según sus características morfológicas pueden dividirse en: garrapatas de tipo duro, de cuerpo oval y puntiagudo por delante, que poseen unas estructuras en su cabeza (palpos) mediante los cuales inspeccionan al hospedador. La fijación la realizan mediante otra estructura denominada 'hipostoma'. El abdomen puede aumentar varias veces su tamaño para almacenar la sangre; esto es típico de las hembras. Por su parte, las garrapatas de tipo suave, tanto machos como hembras, dilatan su abdomen al ingerir sangre del huésped.
Los ácaros son arácnidos que solo pueden verse de forma clara bajo el microscopio. De cuerpo redondo y achatado, se alimentan de escamas de la piel del perro (algunos se alimentan de líquido linfático). Algunos excavan túneles bajo la piel donde viven, se alimentan y ponen huevos; otros viven en los folículos del pelo y en las glándulas asociadas de la piel.
Insectos: las temidas pulgas
Poseen tres partes corporales: cabeza, tórax y abdomen. A veces tienen alas y a veces no. Suelen disponer de un par de antenas sobre su cabeza y tres pares de patas que salen del tórax. Las pulgas suelen ser origen de gran incomodidad y molestas reacciones alérgicas (saliva). Tanto los perros como los gatos son infectados por pulgas. Sus cuerpos son achatados lateralmente y sus poderosas patas les permiten saltar grandes distancias.
Daños al huesped
Entre los principales daños que los parásitos externos pueden causar a la mascota, hay que resaltar los siguientes:
Irritación: al alimentarse a través de la piel, suelen provocar picor intenso; el animal se rasca y se produce una lesión secundaria. Estas heridas (por picadura del parásito y por rascado del huésped) son susceptibles de infectarse por bacterias oportunistas. Los daños causados por los ácaros en la piel se conocen con el nombre de sarna y se caracteriza por inflamación de la piel y ausencia de pelo.
Transmisión de enfermedades: uno de los inconvenientes fundamentales de la acción de las garrapatas es la posibilidad de transmitir graves enfermedades (babesiosis). En el caso de las pulgas, el efecto transmisor también es posible (Dipylidium caninum).
Reacciones tóxicas: algunas garrapatas, al alimentarse, liberan toxinas en la sangre del huésped. Esto puede provocar una parálisis y causar la muerte del animal.
Pérdida de sangre: evidente pérdida por la ingestión de los parásitos de este inapreciable elemento. Suele evidenciarse por debilidad y anemia (analítica sanguínea).
Control de los parásitos externos
Garrapatas: se deben tratar los perros y su ambiente. Es importante tratar las zonas de estancia y paso con productos adecuados. Los animales infectados se tratarán con productos específicos y de acción probada; es importante tener en cuenta las contraindicaciones marcadas por el fabricante, especialmente en cachorros y en hembras gestantes.
Ácaros: no existe una prevención eficaz, por lo que siempre nos dirigimos al tratamiento cuando el problema aparece. En tal caso, se aplicará el tratamiento oportuno, según el tipo de ácaro y localización orgánica.
Pulgas: es indispensable el tratamiento del animal y de su entorno. Los tratamientos preventivos deben aplicarse de forma regular y no sólo en épocas de máxima presencia.
Contagio de la babesiosis
La babesiosis es una de las enfermedades más características atribuida a las garrapatas. Está producida por un protozoo trasmitido por las garrapatas del género Ixodes. Igualmente, se han dado casos de infección a través de la transfusión de sangre y placentaria, esto es, de las perras a sus camadas. La forma de transmisión más común, a través de la saliva, tiene lugar mientras la garrapata se alimenta de la sangre del animal. Sin embargo, este parásito necesita alimentarse como mínimo dos días antes de que se produzca la auténtica transmisión.
Una vez localizado en el interior de los glóbulos rojos, se multiplica y origina un cuadro con los siguientes síntomas: anemia, ictericia (las mucosas presentan una coloración amarilla), fiebre, debilidad, depresión y disminución del número de plaquetas.
El tratamiento consiste en una inyección de dipropionato de imidocarb junto con atropina para evitar los efectos secundarios (salivación), la cual se debe repetir a los 15 días. La mejoría es evidente en uno o dos días, debiendo valorar si existe algún otro órgano afectado por la enfermedad, fundamentalmente los riñones. Es importante comentar que la inyección del producto causa mucha irritación, lo cual es normal y desaparece en unos minutos
Para ello, es aconsejable dotar al perro de un adecuado collar antiparasitario y utilizar productos especiales para el baño. También es importante controlar las zonas de estancia de la mascota. Los ectoparásitos están divididos en dos grupos principales: arácnidos (garrapatas y ácaros) e insectos (pulgas)
Arácnidos: garrapatas y ácaros
Un arácnido tiene solamente dos segmentos corporales: una cabeza unida (prácticamente fundida) al tórax y el abdomen. El adulto tiene cuatro pares de patas y carece de alas o antenas.
Las garrapatas viven a costa de la sangre que obtienen del perro; según sus características morfológicas pueden dividirse en: garrapatas de tipo duro, de cuerpo oval y puntiagudo por delante, que poseen unas estructuras en su cabeza (palpos) mediante los cuales inspeccionan al hospedador. La fijación la realizan mediante otra estructura denominada 'hipostoma'. El abdomen puede aumentar varias veces su tamaño para almacenar la sangre; esto es típico de las hembras. Por su parte, las garrapatas de tipo suave, tanto machos como hembras, dilatan su abdomen al ingerir sangre del huésped.
Los ácaros son arácnidos que solo pueden verse de forma clara bajo el microscopio. De cuerpo redondo y achatado, se alimentan de escamas de la piel del perro (algunos se alimentan de líquido linfático). Algunos excavan túneles bajo la piel donde viven, se alimentan y ponen huevos; otros viven en los folículos del pelo y en las glándulas asociadas de la piel.
Insectos: las temidas pulgas
Poseen tres partes corporales: cabeza, tórax y abdomen. A veces tienen alas y a veces no. Suelen disponer de un par de antenas sobre su cabeza y tres pares de patas que salen del tórax. Las pulgas suelen ser origen de gran incomodidad y molestas reacciones alérgicas (saliva). Tanto los perros como los gatos son infectados por pulgas. Sus cuerpos son achatados lateralmente y sus poderosas patas les permiten saltar grandes distancias.
Daños al huesped
Entre los principales daños que los parásitos externos pueden causar a la mascota, hay que resaltar los siguientes:
Irritación: al alimentarse a través de la piel, suelen provocar picor intenso; el animal se rasca y se produce una lesión secundaria. Estas heridas (por picadura del parásito y por rascado del huésped) son susceptibles de infectarse por bacterias oportunistas. Los daños causados por los ácaros en la piel se conocen con el nombre de sarna y se caracteriza por inflamación de la piel y ausencia de pelo.
Transmisión de enfermedades: uno de los inconvenientes fundamentales de la acción de las garrapatas es la posibilidad de transmitir graves enfermedades (babesiosis). En el caso de las pulgas, el efecto transmisor también es posible (Dipylidium caninum).
Reacciones tóxicas: algunas garrapatas, al alimentarse, liberan toxinas en la sangre del huésped. Esto puede provocar una parálisis y causar la muerte del animal.
Pérdida de sangre: evidente pérdida por la ingestión de los parásitos de este inapreciable elemento. Suele evidenciarse por debilidad y anemia (analítica sanguínea).
Control de los parásitos externos
Garrapatas: se deben tratar los perros y su ambiente. Es importante tratar las zonas de estancia y paso con productos adecuados. Los animales infectados se tratarán con productos específicos y de acción probada; es importante tener en cuenta las contraindicaciones marcadas por el fabricante, especialmente en cachorros y en hembras gestantes.
Ácaros: no existe una prevención eficaz, por lo que siempre nos dirigimos al tratamiento cuando el problema aparece. En tal caso, se aplicará el tratamiento oportuno, según el tipo de ácaro y localización orgánica.
Pulgas: es indispensable el tratamiento del animal y de su entorno. Los tratamientos preventivos deben aplicarse de forma regular y no sólo en épocas de máxima presencia.
Contagio de la babesiosis
La babesiosis es una de las enfermedades más características atribuida a las garrapatas. Está producida por un protozoo trasmitido por las garrapatas del género Ixodes. Igualmente, se han dado casos de infección a través de la transfusión de sangre y placentaria, esto es, de las perras a sus camadas. La forma de transmisión más común, a través de la saliva, tiene lugar mientras la garrapata se alimenta de la sangre del animal. Sin embargo, este parásito necesita alimentarse como mínimo dos días antes de que se produzca la auténtica transmisión.
Una vez localizado en el interior de los glóbulos rojos, se multiplica y origina un cuadro con los siguientes síntomas: anemia, ictericia (las mucosas presentan una coloración amarilla), fiebre, debilidad, depresión y disminución del número de plaquetas.
El tratamiento consiste en una inyección de dipropionato de imidocarb junto con atropina para evitar los efectos secundarios (salivación), la cual se debe repetir a los 15 días. La mejoría es evidente en uno o dos días, debiendo valorar si existe algún otro órgano afectado por la enfermedad, fundamentalmente los riñones. Es importante comentar que la inyección del producto causa mucha irritación, lo cual es normal y desaparece en unos minutos
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