Un hombre muere tras quedar atrapado tres horas en un ascensor
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Un hombre muere tras quedar atrapado tres horas en un ascensor
Unas huellas indican que la víctima pulsó el botón de emergencia, pero muchos pisos estaban vacíos y los vecinos no oyeron el sonido del timbre ni gritos
Un hombre de 51 años de edad, Alberto G. M., murió el sábado por la tarde tras quedar atrapado durante tres horas aproximadamente en el ascensor de un edificio de Valencia. Unas huellas halladas en el panel de los botones y la puerta indican que la víctima accionó presuntamente el pulsador de emergencia para pedir auxilio, pero muchos de los pisos estaban vacíos por el éxodo vacacional y los pocos vecinos que se encontraban en sus casas aseguran que no oyeron el sonido del timbre ni gritos.
Un operador del Centro de Coordinación de Emergencias movilizó al SAMU, la policía y los bomberos para que acudieran al número 11 de la calle Poeta Altet, en el distrito de Benimaclet. El reloj marcaba las 19.37 horas del sábado. Un vecino acababa de llamar al 112 para alertar de que había una persona atrapada en el ascensor del edificio a la altura de la segunda planta.
La puerta estaba bloqueada, por lo que el hombre no pudo auxiliar a la víctima. Silvia Bolaños salió en ese momento de su vivienda y también intentó ayudar. «Veíamos por el cristal que no se movía, pero el ascensor estaba averiado y no podíamos hacer nada», explica la vecina. Pocos minutos después, un equipo de bomberos abrió la puerta con una llave y encontró a Alberto, que estaba inconsciente y recostado junto a 'Max', un perro labrador cruzado con pastor belga de grandes dimensiones.
Los bomberos y el médico del SAMU realizaron maniobras de reanimación cardiopulmonar a la víctima, pero no pudieron salvar su vida. Mientras esperaban la llegada del juez de guardia, la policía y los vecinos reconstruyeron las últimas horas de vida de Alberto. «Estuvo comiendo con mi hija y su marido, y sobre las cuatro de la tarde regresó a casa», afirma Esmeralda Bejanarano, amiga y compañera de piso del hombre fallecido. «A esa hora bajó a la calle con el perro y se quedó atrapado en el ascensor», conjetura la mujer.
«El pobre Alberto estuvo encerrado tres horas porque una chica bajó sobre las cuatro y media de la tarde y el ascensor ya no funcionaba. Seguramente ya estaba dentro y no lo vieron», añade. Pero lo que más indigna a Esmeralda y a José Manuel G., hermano de Alberto, es la posible falta de auxilio a la víctima en el caso de que hubiera accionado el botón de emergencia. El dispositivo de alarma es sonoro, pero no está conectado a una central.
«Mi hermano ya se quedó encerrado una vez en el ascensor, y se puso muy nervioso como si sufriera claustrofobia. Me extraña mucho que no pidiera auxilio», asevera José Manuel. «Aquí la gente va a la suya. Estoy convencida de que oyeron el timbre y nadie salió de casa. O estaban durmiendo la siesta o no le dieron importancia», supone Esmeralda. «Hasta que no le hagan la autopsia no sabremos la causa de la muerte», dice la mujer con el rostro cariacontecido. El forense contemplaba ayer la posibilidad de que Alberto pudo sufrir un infarto por la situación de angustia tras quedarse encerrado.
Los vecinos que estaban el sábado en sus viviendas insisten en que no oyeron ruidos ni ladridos del perro ni gritos de una persona entre las 16.30 y las 19.37 horas del sábado, cuando el 112 recibió el primer aviso. Gregorio Sobczuh, un inmigrante polaco, señaló que nadie pidió auxilio. «Yo estuve toda la tarde en casa y no escuché el sonido de la campana del ascensor. El perro tampoco ladró», asegura Pilar Peralta. Pero el hermano de la víctima no piensa lo mismo. «Todo esto es muy extraño. Nunca sabremos lo que realmente pasó», sostiene José Manuel.
Un hombre de 51 años de edad, Alberto G. M., murió el sábado por la tarde tras quedar atrapado durante tres horas aproximadamente en el ascensor de un edificio de Valencia. Unas huellas halladas en el panel de los botones y la puerta indican que la víctima accionó presuntamente el pulsador de emergencia para pedir auxilio, pero muchos de los pisos estaban vacíos por el éxodo vacacional y los pocos vecinos que se encontraban en sus casas aseguran que no oyeron el sonido del timbre ni gritos.
Un operador del Centro de Coordinación de Emergencias movilizó al SAMU, la policía y los bomberos para que acudieran al número 11 de la calle Poeta Altet, en el distrito de Benimaclet. El reloj marcaba las 19.37 horas del sábado. Un vecino acababa de llamar al 112 para alertar de que había una persona atrapada en el ascensor del edificio a la altura de la segunda planta.
La puerta estaba bloqueada, por lo que el hombre no pudo auxiliar a la víctima. Silvia Bolaños salió en ese momento de su vivienda y también intentó ayudar. «Veíamos por el cristal que no se movía, pero el ascensor estaba averiado y no podíamos hacer nada», explica la vecina. Pocos minutos después, un equipo de bomberos abrió la puerta con una llave y encontró a Alberto, que estaba inconsciente y recostado junto a 'Max', un perro labrador cruzado con pastor belga de grandes dimensiones.
Los bomberos y el médico del SAMU realizaron maniobras de reanimación cardiopulmonar a la víctima, pero no pudieron salvar su vida. Mientras esperaban la llegada del juez de guardia, la policía y los vecinos reconstruyeron las últimas horas de vida de Alberto. «Estuvo comiendo con mi hija y su marido, y sobre las cuatro de la tarde regresó a casa», afirma Esmeralda Bejanarano, amiga y compañera de piso del hombre fallecido. «A esa hora bajó a la calle con el perro y se quedó atrapado en el ascensor», conjetura la mujer.
«El pobre Alberto estuvo encerrado tres horas porque una chica bajó sobre las cuatro y media de la tarde y el ascensor ya no funcionaba. Seguramente ya estaba dentro y no lo vieron», añade. Pero lo que más indigna a Esmeralda y a José Manuel G., hermano de Alberto, es la posible falta de auxilio a la víctima en el caso de que hubiera accionado el botón de emergencia. El dispositivo de alarma es sonoro, pero no está conectado a una central.
«Mi hermano ya se quedó encerrado una vez en el ascensor, y se puso muy nervioso como si sufriera claustrofobia. Me extraña mucho que no pidiera auxilio», asevera José Manuel. «Aquí la gente va a la suya. Estoy convencida de que oyeron el timbre y nadie salió de casa. O estaban durmiendo la siesta o no le dieron importancia», supone Esmeralda. «Hasta que no le hagan la autopsia no sabremos la causa de la muerte», dice la mujer con el rostro cariacontecido. El forense contemplaba ayer la posibilidad de que Alberto pudo sufrir un infarto por la situación de angustia tras quedarse encerrado.
Los vecinos que estaban el sábado en sus viviendas insisten en que no oyeron ruidos ni ladridos del perro ni gritos de una persona entre las 16.30 y las 19.37 horas del sábado, cuando el 112 recibió el primer aviso. Gregorio Sobczuh, un inmigrante polaco, señaló que nadie pidió auxilio. «Yo estuve toda la tarde en casa y no escuché el sonido de la campana del ascensor. El perro tampoco ladró», asegura Pilar Peralta. Pero el hermano de la víctima no piensa lo mismo. «Todo esto es muy extraño. Nunca sabremos lo que realmente pasó», sostiene José Manuel.
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